Las 190 cámaras de vigilancia que se están montando en la capital y en Yerba Buena son una ilusión que envuelve como un manto protector a los encargados de la seguridad en Tucumán. "(Con las filmadoras) se puede evitar cualquier delito que haya sido detectado en la vía pública", dice el comisario Luis Ibáñez, jefe de la Unidad Regional Norte, que tiene a su cargo el monitoreo del complejo sector de Yerba Buena y Tafí Viejo.
Esta ilusión de los funcionarios es compartida por mucha gente. De hecho, el sistema basado en cámaras se está extendiendo de modo viral por el mundo, merced a las facilidades de la tecnología. Hay ciudades como Londres, cuyas calles están repletas de cámaras de seguridad, y países como China que parecen tener más filmadoras que gente (si eso fuera posible): ya hay instalados siete millones de esos aparatos en calles, bancos, vestíbulos de hoteles, empresas de comercio, mezquitas, monasterios y cibercafés.
El síndrome del Gran Hermano" (la idea de que el poder pueda controlar todo lo que hace la población) comenzó en abril del año pasado en nuestro país, cuando el entonces jefe de Gabinete, Sergio Massa, lanzó el plan de vigilancia al que adhirieron municipios y comunas de Buenos Aires y Mendoza, siguiendo la tendencia privada de poner las cámaras con la ilusión de que eso inhibirá al delincuente de cometer su acto delictivo.
¿Realmente se cumple ese objetivo? ¿Se justificarán los $ 30 millones de gasto? Ahí comienza el problema, porque, por ahora, la primera pregunta no puede ser respondida (hacen falta estudios estadísticos que no se hacen en Tucumán), pese a que hay funcionarios que afirman que sí. En San Isidro (Buenos Aires), según recientes informes periodísticos, se habían detenido en el primer cuatrimestre del año a 32 sujetos filmados y se habían iniciado 171 actuaciones a partir de hechos detectados con las cámaras de seguridad. Lo mismo dijo a LA GACETA el subjefe de Policía de Salta, Mario Paz, quien remarcó la utilidad que tienen las cámaras para prevenir los robos de "pungas" y "mecheras".
Pero el milagro no se hace solo. "No creo que la tecnología por sí sola garantice nada", dice Robert Boorstin, director de políticas públicas de Google, según cita Ariel Torres en "La Nación". De hecho, los recientes ejemplos de ataques delictivos filmados en Tucumán han mostrado que las cámaras no amedrentaron a los delincuentes. Así sucedió el viernes en el ataque al jubilado Sixto Romano, a la salida de una sucursal bancaria de Tafí Viejo, y también ocurrió en los asaltos a la empresa de vidrios de La Ciudadela (ayer) como a la panadería de San Juan y Catamarca (el sábado). En los tres casos, los agresores fueron filmados . En la vidriería entraron con los cascos de motociclistas puestos. ¿A ellos asustará el Gran Hermano?
Las autoridades dirán que el sistema aún no está funcionando; pero los tres ejemplos deberían llevar a reflexionar que en gran parte del problema de seguridad están los motoarrebatadores, una modalidad delictiva que los policías no saben, realmente, cómo combatir. Y podrían no bastar las cámaras. De hecho, en Buenos Aires el gobernador Daniel Scioli acaba de proponer un plan para establecer una zona de exclusión que impida a motociclistas acercarse a los bancos, a fin de evitar las "salideras". Este proyecto surgió luego del ataque a Carolina Píparo, cuyos agresores fueron filmados también por cámaras de seguridad.
Es decir, la cámara por sí sola no parece amedrentar al delincuente, aunque sí podría ayudar, en muchos casos, a que se lo identifique. En todo caso, incomodará al ciudadano común y al muchacho que hace desórdenes, que se inhibirá si se siente observado.
Ante el hecho consumado de que ya se está instalando el sistema de vigilancia del Gran Hermano, caben varias preguntas. 1) ¿El sistema se usará sólo para prevenir el delito, sin riesgos de que se lo utilice al estilo orwelliano, como forma de monitorear el nivel de disenso y de control social en manifestaciones y protestas de todo tipo? 2) ¿Servirá como prueba judicial? 3) ¿Están capacitados los que integrarán el observatorio de control? Al respecto, es importante tener en cuenta que este proyecto se aplica en fuerzas de seguridad que trabajan de la misma manera desde hace décadas y que apuestan a la reacción frente al delito (patrulla motorizada) antes que a la prevención (vigilancia barrial). Aunque digan lo contrario y aunque crean fielmente que esto dará al vecino una "sensación de seguridad".
Esta ilusión de los funcionarios es compartida por mucha gente. De hecho, el sistema basado en cámaras se está extendiendo de modo viral por el mundo, merced a las facilidades de la tecnología. Hay ciudades como Londres, cuyas calles están repletas de cámaras de seguridad, y países como China que parecen tener más filmadoras que gente (si eso fuera posible): ya hay instalados siete millones de esos aparatos en calles, bancos, vestíbulos de hoteles, empresas de comercio, mezquitas, monasterios y cibercafés.
El síndrome del Gran Hermano" (la idea de que el poder pueda controlar todo lo que hace la población) comenzó en abril del año pasado en nuestro país, cuando el entonces jefe de Gabinete, Sergio Massa, lanzó el plan de vigilancia al que adhirieron municipios y comunas de Buenos Aires y Mendoza, siguiendo la tendencia privada de poner las cámaras con la ilusión de que eso inhibirá al delincuente de cometer su acto delictivo.
¿Realmente se cumple ese objetivo? ¿Se justificarán los $ 30 millones de gasto? Ahí comienza el problema, porque, por ahora, la primera pregunta no puede ser respondida (hacen falta estudios estadísticos que no se hacen en Tucumán), pese a que hay funcionarios que afirman que sí. En San Isidro (Buenos Aires), según recientes informes periodísticos, se habían detenido en el primer cuatrimestre del año a 32 sujetos filmados y se habían iniciado 171 actuaciones a partir de hechos detectados con las cámaras de seguridad. Lo mismo dijo a LA GACETA el subjefe de Policía de Salta, Mario Paz, quien remarcó la utilidad que tienen las cámaras para prevenir los robos de "pungas" y "mecheras".
Pero el milagro no se hace solo. "No creo que la tecnología por sí sola garantice nada", dice Robert Boorstin, director de políticas públicas de Google, según cita Ariel Torres en "La Nación". De hecho, los recientes ejemplos de ataques delictivos filmados en Tucumán han mostrado que las cámaras no amedrentaron a los delincuentes. Así sucedió el viernes en el ataque al jubilado Sixto Romano, a la salida de una sucursal bancaria de Tafí Viejo, y también ocurrió en los asaltos a la empresa de vidrios de La Ciudadela (ayer) como a la panadería de San Juan y Catamarca (el sábado). En los tres casos, los agresores fueron filmados . En la vidriería entraron con los cascos de motociclistas puestos. ¿A ellos asustará el Gran Hermano?
Las autoridades dirán que el sistema aún no está funcionando; pero los tres ejemplos deberían llevar a reflexionar que en gran parte del problema de seguridad están los motoarrebatadores, una modalidad delictiva que los policías no saben, realmente, cómo combatir. Y podrían no bastar las cámaras. De hecho, en Buenos Aires el gobernador Daniel Scioli acaba de proponer un plan para establecer una zona de exclusión que impida a motociclistas acercarse a los bancos, a fin de evitar las "salideras". Este proyecto surgió luego del ataque a Carolina Píparo, cuyos agresores fueron filmados también por cámaras de seguridad.
Es decir, la cámara por sí sola no parece amedrentar al delincuente, aunque sí podría ayudar, en muchos casos, a que se lo identifique. En todo caso, incomodará al ciudadano común y al muchacho que hace desórdenes, que se inhibirá si se siente observado.
Ante el hecho consumado de que ya se está instalando el sistema de vigilancia del Gran Hermano, caben varias preguntas. 1) ¿El sistema se usará sólo para prevenir el delito, sin riesgos de que se lo utilice al estilo orwelliano, como forma de monitorear el nivel de disenso y de control social en manifestaciones y protestas de todo tipo? 2) ¿Servirá como prueba judicial? 3) ¿Están capacitados los que integrarán el observatorio de control? Al respecto, es importante tener en cuenta que este proyecto se aplica en fuerzas de seguridad que trabajan de la misma manera desde hace décadas y que apuestan a la reacción frente al delito (patrulla motorizada) antes que a la prevención (vigilancia barrial). Aunque digan lo contrario y aunque crean fielmente que esto dará al vecino una "sensación de seguridad".